“El
talento no se compra con dinero; se compra con motivación"
Koldo
Saratxaga
En la empresa tradicional y en un entorno empresarial más
estable que el actual, los managers eran algo así como los defensores del
estatus quo, los que garantizaban el mantenimiento del orden establecido.
Su principal función consistía en hacer
que la maquinaria siguiese funcionando como lo había venido haciendo hasta el
momento. Para ello, supervisaban que sus subordinados se ciñesen a ciertos procedimientos
y rutinas que estaban previamente determinados.
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Cuando el entorno empresarial dejó de ser estable y más o
menos predecible, y pasó a caracterizarse
por los cambios rápidos y continuos, el rol del manager y la naturaleza misma
del trabajo cambiaron completamente.
Los gestores de las
organizaciones más competitivas se han convertido en enemigos del estatus quo,
de lo establecido y de lo rutinario, y una de sus principales funciones
consiste precisamente en contribuir a crear un ambiente de trabajo estimulante,
flexible y abierto al cambio y a la innovación.
Los gestores tienen ante sí el
reto de motivar a sus empleados para que introduzcan mejoras, se adapten a las
necesidades del cliente, cuestionen los procedimientos que utilizan,
experimenten nuevas soluciones y busquen posibilidades y alternativas
continuamente. Frente a esta realidad, encontramos dos paradigmas de gestión de
la motivación:
§
Gestión tradicional:
Es jerarquizada, de arriba
a abajo, y se basa en instrucciones, estructuras, rutinas y métodos de control
externo. Fue adecuada para entornos estables y relativamente predecibles, donde
no se eran necesiarias ni la innovación permanente ni la flexibilidad en todos
los niveles de la empresa. Se corresponde con empleados que se limitan a seguir
instrucciones previamente establecidas desde arriba, con escasa capacidad de
decisión, y cuyo rendimiento se premia o castiga mediante recompensas positivas
o negativas.
§
Gestión motivacional:
Está orientada a personas
y no sólo a tareas, y se basa en una cultura participativa y enfocada a
fomentar la motivación intrínseca de los empleados. Es necesaria en entornos
empresariales que requieren flexibilidad, innovación permanente y mayor
autonomía por parte de los equipos para poder adaptarse al cambio. Se
corresponde con empleados que han de estar muy motivados para realizar un alto
desempeño, para aportar valor innovando a todos los niveles y en todos los
procesos de la organización, y para tomar decisiones de manera autónoma,
dotando así a la empresa de más flexibilidad.
Si antes se consideraba bueno que
el empleado “se dejase el cerebro a la entrada de la empresa”, limitándose a
seguir instrucciones y rutinas de trabajo que no debía cuestionar, hoy
necesitamos que las personas lleven consigo todo su talento y su potencial a
sus trabajos, para que aporten una diferencia competitiva permanente.
Por ello, es importantísimo que los gestores de hoy sepan motivar a sus
empleados, porque sin motivación no puede haber calidad, innovación, iniciativa
o aprendizaje continuo.
Fuente: Blog Coaching Crítico
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